Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.(1 Juan 3:21-22)
Alguna vez te has puesto a pensar qué tan importante eres para Dios? Tu existencia es tan vital, puesto que así lo dice en las Escrituras:
Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:26–27)
Aunque Dios honró a los seres humanos y les confió el dominio sobre las cosas que Él había creado, la habilidad de la humanidad para tener dominio se vio interrumpida, cuando el primer hombre y la primera mujer desobedecieron Su mandamiento, rechazando los caminos de Dios. Por lo tanto, todos nosotros necesitamos tener una relación restaurada con Dios, a través de Cristo Jesús, para poder ejercitar la verdadera autoridad en la tierra. Además de esto, nuestro caminar de fe, y nuestra efectividad, solo van a ser tan fuertes como lo sea nuestra vida de oración y nuestra entrega y dedicación a Dios.
Dios está esperando que nosotros nos acerquemos a Él, para pedirle guía divina. Él está buscando las oportunidades para contestarnos, porque al hacerlo, Él es glorificado. El Señor no quiere dejarnos dependiendo de nuestras propias habilidades. Al contrario, Él nos advierte que Lo busquemos en todas y para todas las cosas. “Reconócele en todos tus caminos, y El enderezará tus sendas” (Proverbios 3:6). Necesitamos reconocer la soberanía de Dios, y Su habilidad omnipotente para darnos todas las respuestas que estamos buscando.
Muchas veces, nos encontramos tan ocupados tratando de ver si Dios va a contestar nuestras oraciones, que nos convertimos en nuestras propias ataduras y obstáculos a las respuestas de nuestras oraciones, por medio de tratar de “ayudar” a Dios a que nos bendiga. Él desea ser el proveedor de todas nuestras necesidades. Por lo tanto, Dios no necesita nuestra ayuda para poder bendecirnos, sino que Él necesita que nosotros nos convirtamos en vasos obedientes, dispuestos para que el Maestro nos pueda usar, y listos, estando deseosos de llevar a cabo Sus mandamientos para la obra de Su Reino.
Recuerda! La oración y la obediencia es la llave que abre las puertas
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